Y otro año más

Justo a diez días que se nos acabe el 2015. Qué rápido se nos fue. Aunque todo tiene su cauce.

Algunos dirían y estarán contentos de que al fin se acabe el 2015 en el mar del tiempo del hombre.

A ser francos, a todos nos tocan años que ni les vemos salida ni entrada.

Yo, ni sé a dónde se fue el 2015 y hasta pareciese que si apenas ayer fuese enero. Mucho es rutina ya, para bien y para mal. Y así, ni vale la pena deparar lo que viene ni lo que fue o fuimos.

Marcar los años no conviene a estas alturas.

Y para qué.

El fin está más cerca en términos matemáticos. Uno está más allá que acá siempre y cuando acá es la vida misma, aquella que uno deja atrás, esa que nace y se nutre de los sueños y se rememora en un fue/era no la de los 50’s.

No es casualidad que la mayoría de los seres se la pasa en un mundo idóneo al pasar cierta edad. Es chistoso ver esto por estos días; jóvenes de 15 que se preocupan por menores al ver que en vez de jugar al aire libre se la pasan con sus ipads o sus dispositivos móviles.

Quizá sea un grito en el espacio.

Eso es cuestión de gracia. La nostalgia o congoja prematura antes de los 30 es tierna, ya después es maula.

Lo digo porque hay cierta xente que no sabe envejecer. No sabe dar pasos adecuados ni mantener un ritmo de vida que sea digno. Estar a la altura pues, de qué no sé. Y hemenos de nuevo en el alpha y no el omega. Y yo en medio de ello. Y es que no sé yo si dar pa’llá o pa’cá. Y por ende, no conviene al pasar cierta edad, consumir 12 uvas o marcar tradiciones ya. Lo cual no significa decir lo contrario. Y es que hay que vivir el momento.

Algunos dirían que amargas son las cosas que nos pasan (dixit JAJ) aunque uno está para juzgar, eso, de lo dejamos a seres superiores fuera de este mundo. Y no pido que naiden me llore.

Me apresto a las consequencias. Y así

 

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