pequeño pueblo

Mi paranoia. O serán los años. Quién sabe. Pero ya veo más de lo que antes veía. Ahora sé cuales son los policías vestidos de civil que deambulan las calles de mi pueblo en Suecia. Resaltan tanto que se me es imposible no distinguirlos. No sé porque es importante saber eso. Pero supongo que resuelve uno de tantos misterios que tienen preguntas sin respuestas. Una de esas es cómo es que es posible que la policía llegue justo a tiempo cuando ocurren situaciones fuera de la ley. Antes pensaba que había cámaras ocultas y por ende la rapidez de la contestación ante los actos criminales que requieren la fuerza de la ley. Las buscaba por doquier sin poder dar su localización. Ahora sé que hay policías que deambulan el pueblo vestidos con prendas comunes y corrientes  disimulando vidas cotidianas.

Mi situación ante los suecos ha cambiado radicalmente durante los últimos meses. 18 años calan y mi sensibilidad hispana/latina hacia otros se ha adaptado totalmente al frío y gélido rechazo del sueco. Cuando en Roma haced como los romanos. Es una vieja enseñanza que en verdad logra nuevos sentidos al paso de los años. La verdad es que no es fácil ignorar a las personas y más yo que todavía logra querer leer el comportamiento del otro, en este caso el sueco, para poder cruzar esas franjas que nos separan. Saludo como ellos saludan y como ellos dicen, basta con que nos saludemos una vez al día. Alejamiento frío y total y no hay nada como ignorar a la otra persona sin temor a dañar sensibilidades. Es por eso que los suecos aparentan que dan frialdad, pues no se ponen a pensar si uno daña sensibilidades siempre y cuando esto no se ha demostrado, y vaya que hacerse el sueco adquiere nuevos matices.  Y es que aquí no hay porqué andar regurgitando que no me saludó, que no me miró, que no me reconoció, que no me aceptó etc. Se toma por hecho que no hay que dejar que las personas logren penetrar la coraza que protege el máximo santuario de uno: el ente nuestro.

Tantas cosas que contar y mas sobre mis infiernos pero no quiero bajar a esas oquedades llenas de fantasmas, diablos, espectros y duendes de mala índole, ni para que rebuscarle siendo que estoy en mi Comala, atrapado por el pasado queriendo seguir adelante ante un futuro tan incierto que me encierra en una penumbra imposible de sacarle jugo a la vida. Me resguardo en la religión y ciertos placercillos. La verdad es que ponerse a pensar en la suerte de uno da gran tristeza enorme a la misma vez que uno se siente tan bendecido por la mano de Dios.

Este pequeño pueblo no me dará todo pero hay ciertas cualidades que aprecio porque al fin del día todo se remonta a que por lo menos hoy nadie ha sufrido daño. Mi higado no cuenta. El pobre.

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