Atrofia

Me doy cuenta de que padezco de una especie de atrofia en lo que concierne mi labor en la escritura. Es normal. Algunos padecen de writer’s block; yo de atrofia imaginaria. Le hecho la culpa a que nada sucede en mis entornos. O sea que aquí, que es mi rincón nórdico no pasa ni lo más mínimo de la nada. Es la norma más que la excepción de que no pase nada. He escuchado a William Brurroughs al respecto de que uno no debe de cerrarle el paso al estimulo que uno recibe del exterior. Me parece que Burroughs nunca vivió en Suecia. Aquí, en Suecia, en Småland, no pasa nada. Mi vida está anclada a una rutina cuyo mayor desenlace es decidir qué camino tomar y atreverme a tomar una ruta nunca antes tomada. Algo tendrá que pasar se pregunta uno, pero no, no pasa nada. Vivir en el campo es la muerte de un buen escritor. No que me considere un buen escritor sino que es la muerte de cualquier escritor. Y ni qué hacerle, solo queda escarbar. Y escarbo el pasado, le extraigo al presente las pocas gotas que la nieve derrite o que las neblinas dejan detrás de si o miro al futuro y nada, no hay nada. Mi imaginación me engaña, por supuesto, habrá algo sumamente estupendo al torcer la esquina, pero como esos momentos en las peliculas que la esquina se alarga y se alarga más cuanto más uno se acerca, así, mi clímax.

Son estos días que un buen remojón de Weiss sería estupendo, aquel escritor sueco que produjo una de las mejores obras teatrales jamás vista o que más haya impactado mi vida: Die Verfolgung und Ermordung Jean Paul Marats dargestellt durch die Schauspielgruppe des Hospizes zu Charenton unter Anleitung des Herrn de Sade (The Persecution and Assassination of Jean-Paul Marat as Performed by the Inmates of the Asylum of Charenton under the Direction of the Marquis de Sade)

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