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El problema “latino” en Estados Unidos

El profesor de la Universidad de California en San Diego, Jorge Mariscal, resalta la desunión de los latinos para lograr reformas a su favor. Ante la problemática de los hispanos, visualiza una literatura empapada con la ideología de la neoasimilación.

Enrique Mendoza Hernández

A propósito de las elecciones para renovar el congreso federal en el vecino país, el Doctor Jorge Mariscal, profesor del Departamento de Estudios Chicanos y Latinos de la Universidad de California en San Diego, platicó recientemente con ZETA sobre la cultura chicana, la división de las comunidades latinas, la falta de una agenda política profunda en cuanto a asuntos migratorios, el renglón electoral traducido en muro fronterizo y la forma en cómo ha evolucionado, a grandes rasgos, la literatura chicana.

El Movimiento Chicano, aquella comunidad prácticamente contracultural de los 60s surgida en pro de los derechos civiles en “el otro lado”, hoy se encuentra dividida y hasta desconocida por los inmigrantes recién llegados en busca del “sueño americano”, sobre todo por los más de 16 millones de latinoamericanos que arribaron a Estados Unidos de 1990 a 2002. Las diferencias son evidentes:

“Los mexicanos ricos en los malls en La Jolla (California) o El Paso (Texas), tienen poco en común con los migrantes que pizcan fresas, empacan pollos o trabajan en los swap shops; los recién llegados desconocen el mundo del chicano de la segunda, tercera o cuarta generación”, dice el activista de YANO (Youth And Non Military).

La cultura chicana leída como una reacción al racismo norteamericano de los años 60 se enfocaba en la cuestión del nacionalismo, giraba en torno a la pregunta: ¿Cómo construir una identidad para combatir el racismo y la discriminación? El Doctor Jorge Mariscal analiza el problema desde la disgregación que se ha arrastrado de la década de los 60 hasta nuestros días:

“No figura en esta identidad (chicana) el inmigrante o el recién llegado, mexicano o latinoamericano”, subraya el autor de “Aztlan and Vietnam: Chicano and Chicana Experiences of the War” (University of California Press, 1999).

Entonces, las distintas generaciones a partir de los 60 dieron origen a comunidades heterogéneas como los hispanic, el término oficialista; hispano, para los inmigrantes recientes; méxico-americano y el concepto genérico que engloba todas las culturas latinoamericanas, latino, desde donde Mariscal aborda su análisis:

“La mitad de los latinos adultos en Estados Unidos son inmigrantes de la primera generación; 20 por ciento más son los hijos de estos inmigrantes; los latinos de la tercera o cuarta generación suponen hoy en día un grupo minoritario y entre ellos los que se identifican como chicanos, forman una fracción bastante reducida; dicho de otro modo, puesto que la primera generación está preocupada con la sobrevivencia económica, el sector más politizado de la comunidad hispana. El chicano siempre es una minoría que se tiene que mantener en un contexto difícil”, analiza el ex “mechista” (de MEChA, Movimiento Estudiantil Chicano de Aztlán).

Y es que las distintas comunidades latinas han decidido adoptar una identidad propia, por eso “hay muchos méxico-americanos y muchos hispanics, porque el chicano implica un radicalismo”.

Rezagada en el extremismo, “la cultura o la identidad chicana tiene que adaptarse para incluir a otros grupos, centroamericanos, latinoamericanos, pero sobre todo el inmigrante recién llegado y sus hijos”.

Entonces, como movimiento reaccionario ante las políticas racistas que arreciaron a partir de 2001, “estamos en un momento muy difícil para la problemática chicana… Espero que los hijos de los inmigrantes y sus nietos retomen el término para luchar por sus derechos porque es un término político, más que nada”.

– ¿Cómo concebir un antes y un después cuando arreciaron las manifestaciones latinas a lo largo y ancho de Estados Unidos en la primavera de 2006?

“El antes era el aumento del racismo en cuanto a las leyes en Washington, las propuestas legales de la legislación del congreso en Washington; esto marcó no algo nuevo, sino un cambio de velocidad en el racismo y los ataques contra los mexicanos y latinos. Yo creo que estamos estancados en un momento actual por la falta de una agenda política producto de las marchas. Un después que más o menos es el status quo del antes, con el racismo sin cambio en la mentalidad, ni tampoco en las leyes”.

La pugna generalizada de los latinos es por una “aceptación” convertida en “sumisión” en el país de adopción.
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“En mi opinión y a pesar de la presencia mexicana en los desfiles y una u otra imagen del Che Guevara, sería difícil aplicar el término chicano a estas manifestaciones. El verdadero chicano hubiera proclamado un mensaje muy distinto, algo como: `Estamos aquí y no nos importa si nos aceptan o no, porque vamos a transformar las estructuras básicas de esta sociedad gringa para lograr la justicia y la igualdad que merecemos´”, apunta.

Sobre muros y elecciones

En torno a la firma de la ley estadounidense por parte de George W. Bush para el levantamiento del tan citado “muro” de mil 200 kilómetros para sellar parte de la frontera entre Estados Unidos y México, es obvio que se trata de una “estrategia republicana” en tiempos electoreros, tal como lo califica el diario New York Times. A su vez, Mariscal analiza las reacciones latinas y concluye que la valla es un síntoma del estancamiento político en cuanto a la reforma migratoria:

“Las reacciones han sido parciales, los grupos pro-inmigrante no tienen confianza a Bush; Bush tiene un programa que no es el programa del Minute Man, incluso lo que están haciendo los Minute Man y los racistas anti-mexicanos es un choque con el programa de Bush, pero los grupos anti Minute Man tampoco están de acuerdo con Bush; entonces estamos buscando una tercera vía. En mi opinión lo que ha hecho Bush no va a tener ningún impacto porque los republicanos radicales están muy en contra de lo que está haciendo. Los grupos pro-inmigrantes tampoco se oponen a Bush, entonces estamos en una especie de limbo político, donde no hay avances”, señala el también duro crítico del reclutamiento de latinos en escuelas para la invasión a Irak.

En contraparte a los xenofóbicos radicales en filas tanto republicanas como demócratas, Jorge Mariscal destaca que “por los dos polos tenemos democráticos progresistas que buscan una reforma justa de la ley migratoria, y por otro lado tenemos las manifestaciones de un racismo tradicional histórico en Estados Unidos, ahora dirigido contra el mexicano, no contra el negro, como en los años 60s”.

Pero independientemente de lo que pase en las elecciones federales para renovar el congreso federal en este 2006 y la elección presidencial de 2008, y más allá de quien ostente el poder gubernamental, ya sean republicanos o demócratas, “las coyunturas de cada cuatro años son interesantes para entender los síntomas de la sociedad, pero las problemáticas siguen mucho más allá de las elecciones.

“Estas elecciones de noviembre de 2006 van a ser muy importantes a nivel sintomático para ver por dónde nos vamos a dirigir como país, como cultura, porque los 6 años de Bush han sido desastrosos para la clase obrera. Con la política extranjera de guerras, yo creo que los ataques contra la constitución norteamericana promovidos por Bush hay que pararlos; en estas elecciones no soy muy partidario de los demócratas tampoco, porque la problemática sigue a pesar de los partidos políticos y las elecciones, pero en este momento tan drástico es importante parar esta ola de reacciones que estamos viendo con Bush”, señala el veterano de la guerra de Vietnam en 1969.

Y a propósito del papel de los latinos en las elecciones presentes y venideras, el panorama no pinta alentador, sobre todo porque aunque las tendencias indiquen que pronto la población latina en California será mayoría y a nivel nacional aumente considerablemente, esto no significa obviamente que los latinos tendrán el poder:

“Incluso con un sistema reformado, la influencia del dinero va a determinar todo, hasta que podamos sacar el dinero del sistema, las contribuciones de las grandes corporaciones. No vamos a ver cambio social al nivel popular, al nivel de la clase obrera, de fondo, de los grupos que hasta ahora han sido excluidos de los sistemas. La cuestión con el voto hispano es que muchos no votan. Es muy probable que en el 2050 los hispanos seamos mayoría pero tenemos una situación como tenía Sudáfrica, donde no tenemos ningún poder político. Quienes van a tener el poder político intelectual en el futuro, no somos nosotros porque no estamos progresando hacia este tipo de poder. Ese es mi escenario negativo, pesimista”.
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La afirmación de que la mayoría no necesariamente concentrará el poder, también se basa en la deficiente educación latina:

“Más del 60 por ciento de hijos de inmigrantes de la primera generación no terminan la preparatoria”, sostiene Mariscal.

Curiosamente, las expectativas de los propios latinos son alentadoras aunque sin fundamentos reales:

“Según una encuesta reciente, el 83 por ciento de los inmigrantes mexicanos en Estados Unidos tienen confianza de que sus hijos tendrán una situación mejor que la que ellos tienen, pero la misma encuesta predice que en el año 2025 los hispanos tendrán menos educación y ganarán un salario menos que sus compatriotas blancos”.

Regresando a los 60s, el fervor chicano se hacía patente en la literatura y muralismo en los contextos californianos. Hoy, los frutos literarios de los hijos de inmigrantes que llegaron a Estados Unidos a partir de los 90s, aún no se visualizan, aunque por la migración indígena se esperan producciones multilingüísticas.

Literatura desde la migración

Durante la primera parte del Siglo XX, la literatura chicana se hacía presente a través de poetas como Abelardo Delgado, Miriam Bornstein-Somoza, o Alurista, por ejemplo. La producción literaria giraba en torno a “la fuerte necesidad de encontrar raíces concretas para combatir el racismo norteamericano”.

Incluso, resalta Mariscal, “los estudiantes chicanos estaban en solidaridad con el movimiento estudiantil en México, con la Cuba revolucionaria e incluso con la lucha vietnamita contra el imperialismo norteamericano”.

Después del movimiento, el florecimiento del arte chicano ocurrió la reacción conservadora, el reaganismo, el llamado boom de los años 80, cuando las principales casas editoriales descubrieron algunos escritores hispanic. Hay que recordar que los hispanic son quienes tenían (tienen) la venia conservadora del Gobierno desde la década de los 70s.

“No inspiraban miedo en los públicos anglosajones como habían inspirado miedo los chicanos”, resalta el Doctor en Literatura.

Y agrega: “Sandra Cisneros, Isabel Allende, Richard Rodríguez y otros, empezaron a explotar el mercado hispano y divulgando una serie de publicaciones desprovista de la crítica social, la militancia y cualquier vínculo con el mundo indígena o la política progresista.

“Los artistas con análisis más agudo de la sociedad y con raíces más profundas en la problemática latina lucharon para incorporar en su arte las nuevas condiciones objetivas.

“El chicano es un paso intermedio entre el latino, y el indígena, un salto desde la apatía al compromiso”, sintetiza.

Sobresale una camada de escritores con temas diversos que oscilan entre el indigenismo y la lucha social como principales recursos:

De Gloria Velásquez resalta “I Used to Be a Superwoman” (Santa Monica College Press, 1994). O “Lucha Corpi”, con novelas que exploran el mundo de los yaquis. Además de Graciela Limón, que representa la cultura tarahumara.

Principalmente a partir de la década de los 90, la inmigración de grupos étnicos del sureste mexicano tuvo gran auge. En el norte del Condado de San Diego hay muchos trabajadores indígenas, que no hablan español, o el español en su segundo idioma; aunque no sólo el Estado de California ha sido receptor de grupos indígenas, ya que el fenómeno se ha esparcido a lo largo y ancho de Estados Unidos.

“Es de suponer que las décadas venideras tendremos un sinfín de objetos culturales compuestos por los hijos de inmigrantes que llegaron en la década de los 90, objetos derivados de las comunidades, de las cuales la próxima Guelaguetza importa más que cualquier 5 de mayo. Muchos de los hijos de ellos van a entrar al sistema educativo y poco a poco vamos a tener una literatura indígena-estadounidense, o algo así”, visualiza Jorge Mariscal.

“Vale la pena preguntar si esta nueva cultura en Estados Unidos será una cultura chicana u otro fenómeno con otro nombre, quizá literatura trasnacional, o literatura trilingüe en inglés, español y mixteco, o quizá una mezcla de todas las lenguas culturales”.

Aunque realmente, a nivel oficial aún no ha habido algún programa para, por lo menos, establecer vínculos:

“Muy lentamente estamos estableciendo vínculos con estos grupos, yo trabajo con una señora que es directora del Centro de Trabajadores Oaxaqueños, pero a nivel formal no ha pasado nada todavía. Estamos en los primeros pasos de este tipo de colaboración. En mi opinión, este es el futuro del chicano y de los estudios chicanos y de la literatura chicana. Yo no sé si dentro de 20 años vamos a tener programas de literatura chicana u otro nombre”.

Por lo pronto, la problemática que arreció con las manifestaciones latinas en marzo de 2006 puede ser buena fuente literaria. Mariscal evocó a Gloria Velásquez:

“América, hoy me das vergüenza y coraje. Mientras tanto, salgo a las calles, protestando otra vez, mi bandera en alto: el movimiento chicano renacido. César Chávez a mi lado gritando ‘Sí se puede’, ‘sí se puede’, ‘sí se puede’.

“Puede que la producción literaria que surge de esta nueva problemática tenga algo que ver con estas actividades chicanas o en un escenario igualmente posible; el miedo de una época de terror, el fuerte poder seductivo del sueño del inmigrante, nos dará una literatura empapada con la ideología de la neoasimilación.

“La ironía es que la mayoría son chicanos patrullando la frontera”, concluye Mariscal.

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