mi Tijuana no es callada

Una de las cosas que se pueden decir de la city es que no es callada.

Estaba en el balcón del hotel donde me hospedo admirando el paisaje que un tercer piso puede ofrecer al espectador en una ciudad como esta. Estaba sumamente satisfecho de la elección que hice de hotel pues desde ahí puedo ver claramente una serie de paisajes de un buen cacho de lo que yo considero mi Tijuana. En el fondo se veía la montaña pelona de los gabachos (no confundir con el cerro pelón que sirve de respaldo a la INS al cruzar la garita) y debo de confesar que ha sido muy buena la idea de los gabachos no poblar esas franjas ahora patrulladas por la Gestapo estadunidense. De haberseles ocurrido construir casas como los tijuanenses lo hemos venido haciendo desde que se formó la ciudad, los constrastes serían marcados y alarmantes y me imagino que el efecto psicológico de esos contrastes serían aún más significativos para el colectivo de la conciencia tijuanense. Es una montaña hermosa en verdad, abajito de ese trasfondo se ve muy claro una de las colonias más antiguas de TJ, la Liber, hermosa en todo su esplendor, se devisaban los carros en su ir y venir y claro, las palmas esas que están hasta el tope de la colonia, quizá algun día se me ocurra ir a verlas, tienen años llamándome y nunca les he hecho caso. Abajo de la colonia, una tijuana moderna, una tijuana pujante, se veía la zona Rio, la zona más moderna que tenemos como ciudad. se veían esos edificios que nos dan una especie de emocion de ser el hermano chiquito de San Diego, sí, los edificios están bien construidos y tienen ese dejo de modernidad, pero son construcciones chapis, son edificios con aspiraciones a ser altos. a un lado está la clásica bola, el CECUT.

Veía todo esto cuando las sirenas de una pipa de los bomberos de la Ocho emitian sus ruidos por las calles esas que dan para la Morelos, dejando constancia de ello en los timbres de mis oidos y agua regada por las calles. me dió risa ver las pipas coloradas, reliquias e instituciones de la ciudad pues las pipas, es de recordar, han jugado un rol vítal en la ciudad para hacer llegar agua a diferentes partes de Tijuana en su trayectoria de pueblo a ciudad como lo es hoy. Vi un chofer torciendo el volante para doblar en la esquina de la Diez y el agua charquitiando por el hoyo del barril de la pipa. Los martillazos de unos obreros de construcción tambien se hacían sentir, quizá una remodelación. El tráfico de los carros y música de miles de negocios queriendo todos mi atención: quizá sea demasiado ruidosa para mis oidos, pero así es el centro ya, esperemos que algún día le bajen los decíbeles a esta contaminación ambiental.

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