1987

Yo entre al mundo de los polleros al irnos a vivir a uno de los edificios de Don Angel, uno de los más famosos es el Studebaker, que queda entre 2nda y 3ra calle Mutualismo. Es de hecho uno de los edificios más viejos en Tijuana y una joya de arquitectura que nadie pela como aquel viejo anuncio de Seven-Up llendo para la Morelos por la calle ocho rumbo al cuartel general. Nosotros vivíamo dentro del pasaje junto con otro montonal de raza, había un billar por aquellos entonces y ahora es una imprenta, dentro de ese billar que pasara a la historia del bajo mundo Tijuanense sólo por historiales verbales y narrativas orales, que vienen siendo la misma cosa, era un nido de la lacra más profesional del mundo de estafadores de toda calaña en Tijuana, ahí me enseñaron muchos trucos para sobrevivir de día a día en Tijuana allá por los late 80’s cuando no había mucho empleo.

Por estos días se vende mucha heroina por esas calles y mucha de la gente con la que crecí se pica las venas o se mete crystal, moda traída de por cierto de San Diego ya que ese vicio era raro en Tijuana, sólo me resigno a encontrarlos con vida a mi regreso pero eso resulta una tarea exhaustante puesto que cada vez que voy me dan ya no la alegría de la visita si no unas caras demacradas por el vicio y el reporte de los que aún quedan por esas calles y cómo y cuándo murieron y claro, el clásico bajón pues me ven la cara de billete. Por mis tiempos la raza fumaba un chingo de mota, eso rifaba por aquellos entonces y pues eso se vendía y salía de aquel inexistente billar ya, pero también se vendían pollos, micas y pasaportes gabachos cuando el negocio era rentable para todos los involucrados. Fuscas casi no se wachaban por aquellos tiempos, el PRI tenía bien puesta la alcantarilla en esos desmadres y no pasaba mucho tiempo en que los guachos llegaban al barrio a tocar puertas para buscar las armas de fuego. La principal fuente de remisas era cruzar raza, la noche era de las drogas y el desmadre, usualmente era ir a partirles la madre a los del Perla en la Zona Norte o a los de la Zona Norte o colarse a un borlo y hacer el más desmadre posible con tal de tener una historia que contar al next day. El telefónistas era uno de nuestros predilectos para causar despapaye.

San Ysidro es uno de esos pueblos a los cuales era costumbre ir a talonear esas madres de papeles, con suerte se venía uno con cincuenta bolas en el bolsillo, yo me aventé varios viajes allá por la sola causa de ir a vender esas madres. Siempre pasé hablandoles la tataracha a los gringos, nunca, gracias a Dios, tuve la necesidad de papiros.

Uno de los lugares de predilección para retirerse a lugares más calmados para los polleros es siempre San Diego, y a los que les gusta el desmadre ese y hacen de ese business su professión de por vida. Ahí se los encontraba uno por el Kentucky Fried Chicken, o por el Jack in the Box, el Mc Donalds siempre ha estado un poco más quemado quizá porque antes de ahí partian buses hacía los Angeles o si no el clásico Greyhound. Como dije antes, uno de los sitios priviligiados para los polleros a la hora de jubilarse es irse a San Diego y algunos San Ysidro, así que al ir a San Ysidro a vender esas madres no era inusual encontrarse con viejos polleros, sentados esperando a gente que se daba el brinco para luego meterlos a una van y llevarselos a Los Angeles. Esas madres después se hicieron uno de los negocios más rentables en la historia de San Ysidro puesto que muchos le entraban a ese jale y hoy por hoy aun logras ver raza metiendose a las paneles con dirección a Los Angeles o Oxnard y esos lugares de allá, por estos días ya es también una parada LAX.

Las micas siemre dejan buena lana en Tijuana, ya sean robadas o falsificadas, también los social security numbers y sorprendentemente cuando los tiempos dan para esas madres también pasaportes legales, es sólo de aflojar un billete, todo es posible. Aquí lo curioso es la parte que juega San Ysidro en esas madres, esa puerta mexicana que sólo los gabachos tienen como puente para dividir dos países es en realidad una de las ciudades más mexicanizadas de San Diego y que nadie pela, es un pueblo con destino y la gente que pasa por ahí lleva un destino, a un lugar, es uno de los lugares más impresionantes del bajo mundo y la diferencia entre un sistema legal y otro, la placa casi no se ve por ahí y los polleros andan taloneando a sus anchas, es en parte un terreno federal y un control legal donde el bajo mundo convive con su contraparte legal lado a lado casi idílicamente.

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