Hay veces que el lenguaje de los cuerpos son más elocuentes que las palabras o las letras, es un mudo mundo que habla con su propia lengua, inclusive la mirada es la tinta que los sentimientos usan para escribir en el alma nuevas maneras de sentir, son escritos en idiomas que conducen a los sentidos. Se vuelve un verbo que une a dos seres sin previo aviso, porque alcanzan ambos a comprender ese dialecto interno sin necesidad de traductores y saben a lo que van y es y será y seguirá siendo en todos los tiempos posibles en un segundo efímero que permanece sin moverse hasta que el idioma, sus parlantes, se duermen, descansan hasta que por causa del destino se vuelvan a encontrar y escribirse en ambos todos esos momentos que ambos se hablaron, como viejos temas inconclusos que hay que terminar.

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