3 ventanas

Le gustó ver el sol brillar a esas horas del día, parecía muy temprano, como las 7 am o las 6 y media a lo mejor, pero no, eran las 4:56 am y el sol daba colores a todo lo que sus rayos tocasen con intensidad suma. Tras haber estado sentado frente a la computadora un buen rato se asomó a la ventana poniente de su piso, parado, descalso y con las manos agarradas y puestas en la cintura de su espalda, observaba, pensando en qué escribir y mil emociones le regurgitaban en la boca del estómago, una canción le hacía pasar por los ojos de la mente las memorias de un día en Garibaldi, ¿la canción? Una Página Más de los Cadetes de Linares, sí, también hay grupos norteños ahí y gracias a su compañia, esa tarde su mundo cambio.

Estaba pensando en Jake Barnes también, en Milan Kundera por atrás de todo y su forma de ser, otros tantos temas le zigzageaban por sus entrañas, sus filtros de purificación le decían sí, no, a lo mejor, plasmaló en esas cosas que se hacen llamar letras, pequeños signos del occidente. En realidad lo había dicho antes pero lo entretenía desde antaño, su intrínseco nihilismo lo hacía dudar el valor de esas letras.

Le vino a la mente Jake Barnes, el hombre impotente que intenta amar a su unico amor, Brett y cuyo encuentro es aceptado-rechazado, pues ella lo ama pero sabe que sería una relación imposible así, ella ama la vida tanto u más que Jake, quizá hasta de egoista podría ser acusada, pero rechazó la posibilidad, hay demasiada intimidad entre los dos como para eso. Sí, comprendía eso, mientrás sus ojos apreciaban el paisaje sueco que la ventana de ese lado de su departamento le ofrecia. Con su telescopio se disposo a admirar la flora. Le gustaban esos colores tan fuertes, más el verde y los colores de los retoños, los tulipanes que daban muestras de hermosura ya a pesar de apenas haber brotado de la tierra, le fascinó el rocio escurriendo por las hojas y petalos de las flores y las miniaturas esas que los suecos llaman flor de Mayo, salvaje y de color azul pastel. Se miraba bonito, pero no sabía como todo esto encajaba en su vida privada, ah, sí, Milan Kundera, La Increible Levedad del Ser, una aproximación ….

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