Las letras de un Octubre

Esta misiva es para tí. Estas letras mudas sin sentido, sin destino más que el eterno hueco de un acto de cobardía. O quizá un acto de incertidumbre. Un acto que lleva tu nombre sin deletrearlo. Un acto sin actuar, que no actuará, ni actúa. Impotente.

Podría imaginar aún más cosas de las que he imaginado, o podría sentir aún más una simple sensación de atracción hacía tí. Cosa que ya no soporto habrá de hacerte saber.

¿A qué se deberá sentir atracción no física sino emocional hacía una persona de la cual desconocemos todo?

No seré yo quién descifre el misterio pero sí que lo vivo. Yo que detesto todo lo que tiene que ver con  emociones y que tiene que ver con ello, se me hace una cuestión tan hispana que le aborrezco. Y sin embargo hemenos aquí.

¿Cuando cesará esa atracción? Me pregunto qué infierno me espera por no obedecer las leyes del universo. Qué parque de atracciones me tienen las leyes de atracción por mi desobediencia en espera. Será algo que no he vivido aún seguro.

Porque sufro en carne viva verte pasar por mi lado ya y peor infierno no puede haber, aunque quizá ese sea ya parte de mi hoguera infernal.

Ya no deseo sentirte ni verte ni imaginar lo que nunca podrá jamás ser. Quiero esa persona que te reemplazará, quiero ya a esa mujer que me dé posibilidades de poder querer, tener en mis brazos, y no tú: un deseo inalcanzable, un sueño imposible de existir en este mundo conmigo, hoy, Octubre, mañana, Noviembre. Quiero a ella, esa mujer de Octubre hoy y esa mujer de mañana, Noviembre.

Te pido perdón, tú, innombrable.

Quisiese que me perdonases. No por el pecado de ignorar tu belleza, tu grandeza, la clase o casta a la que perteneces, claramente más allá de lo que mi cerebro me permite ser. Eres una diosa fuera de mi alcance, eso creo, y por ende, no puedo sobrepasar mis propias incertidumbres. Sí, te considero mucho más mejor que yo. No, quiero que me perdones el pecado de no querer saber más de tí. La atracción que siento por tí me impide verte no ya como la mujer que eres sino como el humano que eres. Y ojalá esté ahí el día en que logre superar mis propios miedos.

Perdona lo vil, la escoria y la cobardía de mis acciones.

This entry was posted in Arbol, Espiritualidad. Bookmark the permalink.