Diario de un acontecer o dos

Doc Martin's

Según yo casi no iba a usar la computadora hoy. Tengo varios tipos de comportamientos como el anterior, ese es uno; el otro es ingerir bebidas alcohólicas. En este caso, vino de Jerez o cerveza. Suele ser que me engaño a mí mismo con una determinación llena de una hipocresía que convence, esta vez sí, no haré x. Sí, así es cada mañana y al transcurso del día como si alguien me observara desde lejos, desde un tiempo inhóspito como el narrador de Bartleby the Scrivner describe a sus empleados, cambio al atardecer mi parecer. Hago lo contrario y justifico con gran hazaña la traición a la determinación del cambio que la mañana profería con tanto entusiasmo, ahora sí.

Salí a caminar hoy muy temprano. No es algo que haga todos los días, por lo menos no como hoy. Sin más ni menos por puro impulso, recojí las pocas materias que tenía para ir a reciclar, unos periódicos, unos anuncios de ventas de la tienda local de aquí, unos tenedores y cuchillos viejos, un teléfono que no sirve, un teclado y un mouse inalámbrico, cables y una botella de Jerez que me injerí hace dos días atrás; también puse en la bolsa unos calzones viejos amén de unos calcetines. Los calzones viejos y los calcetines no los aceptan en la tienda de segunda a la cual por lo regular les mando lo que ya no uso de ropa, mejor los dejo en una caja que colecta ropa para mandarla al África, tengo entendido, y allí acabaron mis chones y calcetines. Y desde que una viejita del edificio me explicaba las manijas del secador para echarlo andar me acuerdo de la manera en que tentó un par de calzonzillos míos para ver si estaban secos. Los nórdicos no tienen pudor sexual si es algo natural como los calzones, pero para un mexicano, las prendas íntimas adquieren un tono muy personal, así que al ver sus dedos apretar los calzones por donde cuelgan mis testículos sentí un ligero shock cuyas réplicas han repercutido hasta hoy. Seguí escuchando como si nada ese día. Stupid incident. Sé que cometí un crimen al echar en el estanque de plásticos duros mi viejo tecleador, el mouse, el teléfono. Pero no hay estanques para aparatos electrónicos. Pensé y espero que alguien sepa hacer lo que yo no supe hacer pero es que yo no los quería en mi casa.

Caminé dos horas. Hace frío y la nieve se acumula cada día más y más. Ya ni blanca es. Los vehículos la han tornado negra, marrón, amarilla de borrachos y perros y otros animales que se dejan mensajes, gris. Me dí cuenta que mis Doc Martin’s no guardan calor, bueno, eso ya lo sabía. Lo que no me cabe es que mis tennis shoes den más calor que unos Doc Martin’s. En realidad no se puede caminar por las calles de mi pueblo sueco. Pero se camina, la gente está empeñada en hacer vid entre tanto frío, tanto ruido por hacer a un lado la nieve. La nieve da para trabajar, muchos están haciendo a un lado varios meses de nieve y el asfalto se ve cubierto de un hielo que traiciona fácil al incauto.

En mi caminata me di cuenta de que mi tinitus me ha hecho olvidar de mi preocupación por mis oídos. Antes me preocupaba dañar mis oídos. Too late. Así que ahora escucho más música. Mucho más que antes y como han dicho que es bueno darle batalla al tinutus mediante música pues venga. Escuche música y me acordé de las preguntas que mi hija me hizo ayer, ¿qué música escuchas? No supe contestar. Ni cómo decirle que me gusta el metal, techno, industrial, dance, corridos, mariachis, música sueca.

Me comí dos naranjas hace rato. Se me estaban haciendo viejas. No me gusta comer así. Ni comprar comida de más. Pero desde que me separé, ahora vivo solo, se me da el caso de que la comida a veces me sobra y como hoy, me tuve que comer dos naranjas ya pasaditas su punto pero no malas. Estaban buenas. De por cierto, según yo iba a comer lo menos posible hoy, eso me dije también en la mañana. Y van cuatro cookies de chocolate de sobra. Un plátano y una píldora de vitamina D. Pero lo bueno es que me acuerdo de la cuaresma, mis intenciones me dan el gane a veces. Así soy yo a veces.

Julio: Nässjö

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