Estocolmo, una parte que se llama Odenplan. Odín (Oden en sueco) era el Zeus de los suecos cuando las creencias dotaban al mundo poderes supernaturales. Antes que la secta de Jesucristo viniese a escurrir sangre por estas calles. La inmensidad es palpante mas el ruido de esta ciudad es diferente, pues no es un ruido de una simfonía de voces, si no un ruido mecánico total. El estrundir del bus, el claxón de un automovil, el telefóno de alguien, el anuncio de una luz verde para ciegos. Aun así el silencio es tan real como las personas que van caminando a mi lado, alcanzo a escuchar mis propios pensamientos bien claros. Caminar es placentero, no hay prisa. Veo el mundo atrevezar una tempestad de calma, encuentro un aluvio espiritual. Respiro el aire fresco del silencio en las calles mojadas y la mirada distante de los suecos al cruzar sus calles. En las vias Estocolmianas la Soledad es también un peatón y va a mi lado, en veces en dirección opuesta, más de la veces sin embargo va más cerca de lo que yo que quisiera.

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