Plasma tv

plasmaUnder the influence: Yu Hua

La televisión parecía un mundo aparte. Era uno de esos televisores delgaditos, llamados en el parlar del gringo como Plasma TV. Miró el aparato a través de vidrio hasta que el guardia de la tienda le dijo que se fuera de ahí. Algo raro existía en su mirar, era un tiempo no de aquí ni de ayer era un mañana que lograba entrar en su existencia. Miraba cómo le brillaban los ojos, ya no estaba entre nosotros, sino que le daba de vez en cuando entrar a un mundo aparte al que conocíamos, el de las drogas, el del hoy. Y me daba envidia verlo poder lograr lo que yo no lograba ni con todas las drogas disponibles a mi alcance, largarse unos segundos del aquí, alucinar bien chilo, de aquellas, dejarlo todo. A lo mucho que podía lograr era perder la conciencia, él no. Miraba el aparato y se podía sentir que trazaba sus planes. A mí la necesidad me traiba juido y ni cómo tirar barra.

Vender plasma es uno de esos pocos secretos de San Diego que Tijuana nunca admite pero habemos centenares de nosotros que nos da por vender plasma por unos cuantos dólares. Lázaro habla siempre de sueños al vender plasma. A diferencia de mí, claro, que vendo plasma para sobrevivir mis vicios. Es una enorme diferencia entre él y yo. Yo quiero sentirme algo y el quiere ser algo. Me gustaría probar ese dulce le dije una vez y solo logré contagiar con mi agria realidad retornarlo al presente. Mirábamos un estante que una gente de Celaya puso en nuestro camino. Ese segundo me bastó para entender que lo de él no era vivir el hoy. Y comprendí que había metas a trazar pero que nunca me propuse.

La aguja penetró con sigilo y para cuando acabé lo único que mis ojos observaban eran el jugo de naranja y un llamado Danish bread. Dulce y veinte bolas, o sea dólares. Una pequeña fortuna en sí que nunca supimos apreciar. El culpable de ello fui yo, no me cabe duda al respecto. Siempre hay manera de convencer a un soñador. Y gastábamos como reyes las horas que nos daban felicidad.

Tengo años que no sé de Lázaro. Hace años que tornó una esquina en San Diego y después se esfumó, así de simple. Hasta la fecha no sé quién engaño a quién.

***

Hace años que no sé de Antonio, hace años que no vendo plasma. Me recuerda nuestras andadas en San Diego, burlar la migra por todos lados, cruzando a nuestras anchas, no había fronteras en aquel entonces. Hoy existe la única realidad que sé, soy miembro de Narcóticos Anónimos. Es la sobriedad que reina en mí ahora. La frontera que existía entre mi realidad y la de otros desvaneció hace varios años. Y hoy en esta fila para vender plasma hace que recuerde. La televisión muestra Europa, hay problemas en todo el mundo. ¿Qué le pasaría a Antonio? ¿Porqué me viene a mente todo esto justo hoy? Recuerdo que me daba carrilla por creer que siempre andaba algo más loco que él. Mochate me decía. Nunca supe a lo que se refería, siempre comprábamos la misma loquera pero él insistía. Una vez lo miré esculcando mis clavos, pero era la misma loquera de siempre, nunca entendí su desesperación. Siempre andaba bien sobres el güey, viendo a ver qué se jambaba. Soportaba sus injerencias en mi vida personal, me protegía, sabía que era el más debil y si no terminé puto fue porque la carrilla de voltearme la canao era intensa, algo había en esas amenazas que no me dejaban seguir las fuerzas de mi deseos carnales. Era cura chingarse viejitas por unos dólares pero otra cosa terminar gustándole a uno que los putos del barrio fueran amigos. Qué memorias. Nunca creí volver aquí, vender plasma sería lo último que hubiese hecho hace 3 años atrás y hoy regreso a mis mañas. Y ni que hacerle, las coas no dejan para otra con familia.

Nunca he entendido eso de que Tijuana sea el culo de San Diego. Me imagino que es falta de imaginación al respecto, después del todo nos han enseñado a ser victimas. Algunas de mis amistades me han dicho que es un vicio pernicioso ajeno a Tijuana y que se debe mucho a influencias ajenas a los nativos de Tijuana y culpa de unos cuantos que dispuestos a tragarse el verbo han aceptado la metáfora sin respingar. De hecho me sorprende mucho que muchos acepten que Tijuana sea el culo de Tijuana cuando nosotros crecimos pensando lo contrario. Siempre pensamos que los débiles eran ellos y nunca nosotros.  Solían correr rumores de que los gringos nunca jugaban con tierra y por eso eran enfermizos, pero ahora no. Ahora somos el culo, la mierda. Pero en esta frontera nos damos la cara en las buenas y en las malas así que culo es como decir 69, 619 es el código telefónico para el área de San Diego. 619, es de visualizar.

– Sir! is this the first time you’ve been here, sir?

– What? No, I’ve been here before, several times during the early 90’s under several names.

– We will need to run several tests before we allow you to continue sir. Please take a number and answer the following sheet of questions to your best of abilities, it won’t take long.

*

La sala de espera es la peor creo. Antes no notaba más que la avaricia y la suerte. Tenía en mente que el dinero era la meta. Hoy es diferente, la óptica ha cambiado un tanto. Veo la desesperación de la gente en los ojos de los que están aquí para vender plasma por comida y los que están aquí para vender plasma con una mirada que pide que no se les delate. Todos los demás vemos a qué vienen menos los servidores de la institución. Ellos pasan por nuestro lado absortos en papeles que estoy seguro les sirve más para esquivar miradas que lectura, pero es como si pasaran por un campo lleno de ganado rumbo al rastro. La existencia solo tiene medios y no fines. Este anglicismo es un error de mi parte, lo confieso pero el español no cubre está especie de abuso humano en su vocabulario. Y qué mejor. ¿Para qué quiere el castellano dichos en los que se ignora la humanidad para poder sacar provecho a costas de unos cuantos debiles y pobres con el solo fin de proporcionar ganancias?

– You’re kosher A. I’ve seen your file, you know the drill. Pull up your sleeve. Anything we really need to know?

– No. Don’t you trust your methods anymore? I suppose probing morals is never wrong.

Cerré los ojos y al abrirlos había un jugo de naranja y un pan extramadamente dulce. Y es extraño perder liquidos que forman parte de uno, siempre es así.

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