agua, corcho, aguja, imán

Hay veces que el compás se pierde y la brújula ni hablar, guanga, colgando sin dirección alguna especifica más el que el de la suerte o peso o dirección aleatoria brindaba, diferentes polos magnéticos, diferentes continentes y las vibraciones del suelo californiano que tanto surco logró labrar durante años en mi conciencia dormida, perdió el imán, el imán que todo lo guiaba. Volaba como gaviota sin norte y en caída libre pero volando al fin, seguía un camino sin entender el porqué de él. Pero por fin me llegó un barrunto de los buenos, bueno no sé si sea un barrunto, pero algo es, algo que tenía gestionándose en mi inconsciente de antaño ya y que hoy decidió dar luz al instinto ese que tengo de retumbar las teclas al menor gesto de una inspiración. Un corcho, una aguja magnetizada, algo.

Y hoy se asoma una pequeña sensación que se ostenta como una verdad que reconozco al instante, empecé a leer libros porque los libros me enseñaron un portal donde mis sentimientos podían desarrollarse sin el temor que la verdadera vida posee como el látigo infernal que lo puede ser al descubrir desafío al orden. Y es que siempre he sido rebelde de corazón, pero se me olvidó serlo, tengo mucho que no lo soy y ahora leyendo unos blogs, me pregunto: ¿por qué los artistas mexicanos que leo ya no confrontan las normas de la sociedad? ¿por qué hay pasividad en la creación del arte? ¿por qué se sujetan a normas sociales para no enfadar? ¿por qué confunden la estética con una lamentación de lo que pudiera ser en vez de demandar lo que debe de ser? por qué muchos escritores no se preocupan en despertar al lector del letargo que le embarga? Si el propósito es sumergir al psyche mexicano lo más hondo posible, bien hecho; si es de profundizar aún más el sentimiento de retraer el alma a un escondite donde no exista cabida para el vuelo, bien hecho. Porque para eso no sirve ni la lectura con la que yo crecí ni los autores que solía leer con mucho entusiasmo y que le daban rienda suelta a mi imaginación.

Y recuerdo, recuerdo que mi entusiasmo por leer libros o más bien me gustaría creer que así es, porque la cercioridad está lejos de acotar de manera fidedigna los apuntes de este horizonte incierto, y solo logro presentar mi entusiasmo por está idea como fiel evidencia de que esto es lo certero: recuerdo que empecé a leer porque el campo de batalla estaba abierto, la guerra se dio en las letras que impulsaban esperanza, una verdadera victoria. Los libros que me inducieron a leer desafiaban el poder de todo aquello injusto, y eso alentó a mi imaginario, alentó a que siguiera leyendo, esa lucha, lucha justa hoy tiene un Mexican Standoff.

Pero que insensatez, ¿quién recuerda por qué empezó a leer por gusto? Yo quiero hacerme la ilusión que así es y tengo que confiar en mis barruntitos, así sea.

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