Id-ent

Desde hace mucho que me despojé de la doctrina ideológica sobre la raza mexicana que el estado me impuso durante mi infancia. Fue durante la dictadura del PRI que aprendí a creer a que era producto de los aztecas y los españoles o informalmente de indio y europeo.

Al paso de los años nacer en la encrucijada que es Tijuana fue más un experimento de laboratorio que no fue hasta que me vi lejos del continente que descubrí como termina uno siendo conejillo de indias de manera pasiva. Mientras las instituciones inyectaban su propaganda ponzoñosa que me inoculó contra el regionalismo local de Baja California y de manera infructuosa contra lo anglosajón la ciudad me arropaba con sutiliza de otra manera. El tejido local de la ciudad me protegía del estado sigilosamente. Lejos de la inclemencia que resulta vivir bajo miles de voces que quieren transformar al individuo pude observar bajo mi piel la constitución de mi cuerpo. Vi sus partes con detenimiento una por una y aún sigo descubriendo muchas más. Es un tejido de culturas, identidades y lenguas que por fin pudieron respirar tranquilamente lejos de la tiranía cultural que el estado de México le impone a sus ciudadanos.

Encontré que no soy quien dicen que soy.

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