Bueno, me acuerdo de las hormigas de mi niñez allá por la calle tercera, en casa de Doña Toyana. Nos entreteniamos con las rojitas, unos esquivandoles el paso, otros maltratandolas, causando así estragos éticos de que si era “bueno” matarlas o no. Los más malos hasta aceite o gasolina les echaban para luego verlas quemarse. Pero ver hormigas también era seña de llovia, por lo menos eso nos decian los adultos al pasar por nuestros investigativos entornos. Se escuchaba claramente esa voz de la sabiduria, “va llover” o si no, “a’í viene la lluvia”, y más si las hormigas train alitas, n’ombre seña segura de ello. Y si, llovia.

Aquí en suecia vi una el otro día. Estaba caminado por las orillas de la ceramica de la pared en la cocina común de el dormitorio donde vivo, cerca de un tostador, de seguro era un scout, en busca de azúcar. Iba caminado muy pacíficamente y me la cache, como decimos en Tijuana, de reojo. Me sorprendio verla. Pues sabrán ustedes el auge del invierno aún no se termina y ver al insectisillo deambular fue esperanzador, pues me dije, “Ya no tarda la Primavera”. Y si, por estos días a estado soleadito, hasta la chamarra de cuero me estorbo hoy. Aquí los periódicos anuncian con alarde que ya es hora de comprarse las obligatorias gafas, para los tres días enteros del año que hay sol aquí de seguro, pero aparte de la burla de la ausencia del sol en suecia, ha sido bonito este día, lleno de insectititos y todo. Ojalá y sigan más por adelante.

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