exiliado en el presente

Una serie de emociones se contraponen a muchos de mis planes. Lo cierto es que jalan pa’doquier que ni sé ya cual emoción a seguir, ni cual me guía a la meta que el subconsciente demanda que se actualice en forma material, en el ahora, de preferencia. Es rara vez que el subconsciente logra traerme este tipo de problemas existenciales. Unos corren, otros ignoran el llamado y otros, como yo, no hacen nada pero se sienten desgarrados por ser vasija de un destino equivocado. No sé cuánto durará la emoción, pero ya van varias veces que me toman para sí.

Me gustaría que la razón guiara mis emociones pero no es así, estoy aquí, en este ahora que no quiero, quiero otro ahora, un ahora que no está aquí, está en otra parte. Siempre he tenido problemas con este ahora, este momento, siempre me jalan esas emociones que me dicen, allá.

Y las voces de la razón, por lo regular, regulan la sensatez, la cruel sensatez que me dice que vale la pena, estar aquí, en este instante.

– Su voz tronaba de vez de en cuando, como alguien que ha fumado demasiado, y lo notaba, fumaba a cada rato, como que no quería dejar de fumar, uno tras otro, por el puto placer de tirar humo. Tenía los ojos a medio caer, cansados de ver no sé qué o quizá era tarde ya, a estas horas no suelo monitorear las manijas del reloj, si mi vista se vuelve al reloj siento que me manosean partes intrínsecas que ni siquiera me atrevo a tocar yo mesmo. Escuchaba el parlar del sujeto aquel que como Dupin en The Murders in the Rue Morgue, le daba por hablar en monólogos. Al principio me parecía repetitivo, como alguien que solo quiere, como se dice en el habla local, desembucharse. Sé que sabía que le prestaba atención a pesar del silencio que me embargaba y un barrunto me decía qué quizá no era bienvenido al discurso. Hablaba, notaba y guardaba detalles del momento que él no quería presente, y yo, miraba, presto, mas de reojo que por deber altruista para atender a alguien confesando un intento de suicido, después del todo, repetía el ahora, un clepsidra que ahogaba cada segundo que anunciaba el principio que acababa de terminar, un momento que odió vivir, un instante que le chingaba las entrañas y le decía que no debería estar ahí, jeremiadas a raudales y mi presencia presa de un rio sin piedras.

Para ser francos, no me convencen las voces que me guían, o que mas bien pintan desorientar, tomar una decisión drástica que repercutirá varios años, y a mi edad, ya no estoy para esos trotes, no importa que digan que el 40 es el new 20, ya vez cómo son los gringos, siempre con sus brillantes batidas para que la eterna juventud no muera de repente a manos de un escéptico por ahí. Uno como mexicano ya ni sabe como pistear sin sentir remordimiento mucho menos festejar el dolor de la miseria o traiciones de amor.

– Asentí con la cabeza mientras veía el partido del beis, eran los Padres contra Boston y al fondo los locutores alegaban un tema de drogas. Luchaba contra la tentación de flirtear con la cantinera, una idea que no me convencía del todo ya que no soy de esos que se avientan a la arena de torneos carnales y suelo mas seguido que usual negar en mí esos deseos por confrontar el sexo opuesto. Concedí, por algún vestigio de ese lastre cristiano que me sigue cual Judío Errante, prestarle atención a lo dicho por mi compañero de copas en este siglo que no entiende de humanidades. Soy fiel creyente que para la tortura basta escucharse a uno sólo pero de vez en cuando un alma en pena quiere que la miseria le acompañe, me entrometí en el monólogo. Y es que me dí cuenta de que yo hablaba también conmigo mismo a diferencia de que yo construía un dialogo con mi mismo de lo que sucedía a mi lado mientras que él hablaba y yo le tachaba de loco por hablar al aire libre si es que la barra de un bar de Tijuana puede considerarse como aire libre.

Esta línea que no me atrevo pisar representa un cambio irrebatible porque antes ignoraba su presencia, y ahora, ahora está ahí. Reconozco su marca, sé que hay un instante que significa antes y después. Sé, además, que estoy en el proceso del antes, más del antes, y el después; el después que hasta suena ya a un pasado que esculqué hasta el sacio por averiguar, indagar, qué era, sería, vivir, en ese futuro, que ahora es un antaño, caduco, off course, y las animas de la indagación, como alguien que vio demás, no me deja el alma en paz, me carcome, saber de más.

Pobre, pensé, le consume lo protestante, ese maldito virus que hace añicos de la calaca, un Agent Orange sordo, esa maldita idea gabacha mal llamada preempetiveness, como si fuere un vacío alien al ente mexicano. Por un momento la película rusa Nochnoy dozor dirigida por el director Timur Bekmambetov vino a mente, una simple batalla entre el bien y el mal de manera cotidiana, intrahistórica, diría el lector Unamuniano. Pocos en Tijuana logran una sensación de identidad completa, algunos se quedan ene ese vertigo del viejo nacionalismo príista, sin procesar su presencia en una entidad como lo es la nuestra, no, se refugian en una verdad obsoleta, una ideología pirata del ser que se presta más como una vil compasión por dar un sentido al ser bajacaliforniano y ya, dar limosna para aliviar la necesidad de haber cumplido.

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